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El Show de Truman financiero.

Sin categorizar
Hasta hace unos meses, en el mundo financiero, las basuras eran eficientemente recogidas, aprovechadas y recicladas por empresas privadas que hacían de ello su negocio. Estas empresas se llamaban: Crecimiento Económico S.A., Burbuja Inmobiliaria S.L., Financos & Inversópatas Inc., Tipos de Interés Bajos & Co., Vda. de Especulador e Hijos y alguna que otra más que no acierto a nombrar.
En los últimos años la Administración local o estatal, es decir los bancos centrales, no debían preocuparse por esos residuos que servían para satisfacer y hacer crecer empresas como las citadas sin aparente límite. Por nuestro lado, la sociedad civil, estábamos encantados con el orden y la pulcritud que reinaba en nuestras calles. Incluso algunos vecinos habían invertido sus ahorros presentes y sobre todo futuros en dichas empresas, augurándose un porvenir excelente. En el primer mundo, el Estado del bienestar ganaba la batalla de la pobreza endémica de otros lugares del planeta, sin duda alguna. Además sentíamos el indescriptible orgullo de ser capaces de generar riqueza sin que los residuos y basuras financieras nos crearan problemas. Éramos tan listos que incluso de las basuras sacábamos provecho.

La candidez era tal que gran parte de la población ni siquiera era consciente de que nuestra sociedad financiera y nuestro sistema económico generase basura alguna ni residuos tóxicos. Vivíamos en un perfecto Show de Truman financiero.

Pero durante al pasado año, especialmente cuando el calor apretaba, las empresas encargadas de recoger, reciclar y alimentarse de esos residuos, empezaron a sufrir serias dificultades. No sólo ya no crecían más sino que su tamaño había alcanzado tal magnitud, que su propia desproporción y los excesos en constante aceleración forzaron su proceso de extinción. Murieron de éxito, ni más ni menos. A partir de entonces las basuras empezaron a aflorar poco a poco. Al cabo de unos meses el ritmo de basura emergente aceleró y se empezaron a acumular ya insalubremente en nuestras calles.

El problema se agudizaba día tras día. Los residuos y las basuras empezaron a ser desagradablemente evidentes para la población, y la imagen hasta entonces impoluta de nuestra sociedad financiera desapareció como una pompa de jabón ante nuestros ojos, y con ella también lo hizo el ánimo de los ciudadanos. El pesimismo y la sensación de vacío bajo los pies de los inversores es hoy en día palpable.

Ya durante la segunda mitad del 2007 empezaron a encontrarse por la calle titulizaciones hipotecarias (hasta entonces conocidas como deuda AAA) en avanzado estado de descomposición. Pero a medida que han pasado los meses, la situación sanitaria del sistema financiero de nuestra sociedad ha empeorado mucho. Hoy en día ya se acumulan en cada esquina montañas de deuda financiera de origen putrefacto que nadie quiere ni siquiera mirar. El hedor se está haciendo insoportable superado ya el primer trimestre del 2008. El paso del tiempo empeora la situación puesto que la basura se genera y se genera sin cesar ante la atónita mirada de la sociedad civil y financiera. Nadie era consciente de que toda esa basura nos podía enterrar en cuanto el abusivo sistema de reciclaje y eliminación de residuos se desmoronase. Y muy pocos eran conocedores de la ingente cantidad de residuos que éramos (y aún somos) capaces de generar.

Hoy ya podemos ver y oler asquerosas basuras amontonadas en cada esquina, pero entre porquería titulizada de entidades financieras que se descomponen cada día que pasa, también encontramos algún pequeño tesoro aprovechable. De hecho ya hay quien se dedica a remover la basura y encontrar entre la porquería deudas corporativas no financieras que alguien tiró como un juguete roto. Están sucias y apestan, pero bien lavadas, aseadas y cuidadas podemos verlas convertidas en flamantes instrumentos financieros en el futuro. Son solventes y funcionan perfectamente, pero lamentablemente forman parte del detritus que nos hace malvivir hoy en día.

Por su parte la Administración, atónita por la súbita falta de interés de ninguna otra empresa privada en la recogida y reciclaje de los residuos, está por fin empezando a tomar medidas. Parte de la porquería que ya nadie quiere, y cuyo destino era la montaña de basura de la esquina, la está canjeando por aséptica liquidez. Muchos se apuntan al carro y sacan a relucir residuos que todavía no se habían atrevido a lanzar a las aceras como basura apestosa. Pero al menos alguien está limpiando, aunque sea una pequeña parte. La pregunta es ¿cuánto podrá limpiar una administración que no saca más que perjuicio de ese servicio público de limpieza? Y en seguida me asalta la segunda duda, ¿acaso no perjudicaba también a las empresas privadas que aparentemente se nutrían con esos residuos?

Otros, además de canjear lo que buenamente pueden y reconocer los agujeros que la opinión pública puede soportar, también deciden cargarle la culpa al muerto. Pero como no suelen tener ningún difunto a mano, escogen a uno de sus empleados y lo ejecutan públicamente como demostración de su rigor ante irregularidades internas (sic).

Hoy seguimos rodeados de montañas pestilentes de basuras y con grave amenaza epidemiológica, pero parece que el ritmo al que vertimos se ha estabilizado, hay quien dice incluso que ha disminuido. Me gusta pensar que lo peor no ha pasado pero que quizás sí esté descontado por el mercado de renta fija (el de variable quizás siga con el coitus interruptus del que ya hablamos en su día).

Otro factor importante y esperanzador es la proliferación de carroñeros que buscan entre la podredumbre productos financieros aprovechables a precio de basura. Éstas son sin duda las mejores recetas para reciclar la porquería. Pero deberemos convivir mucho tiempo con gran cantidad de insalubres restos despreciados por los carroñeros, antes de que el tiempo los transforme en humus. Y las epidemias acechan.

En un escenario Mad Max es infinitamente más complicado invertir que en el Show de Truman, pero en las montañas de basura de Mel Gibson hay muchísimas más oportunidades (para ganar y para perder) que en el previsible y artificial barrio de Jim Carrey.

I love this game!

  1. ¡Estupendo!Quien separ leer, que lea y entienda.Y muy acertada la coletilla final "en las montañas de basura de Mel Gibson hay muchísimas más oportunidades (para ganar y para perder)" que los vendedores de basura ya hacen de voceros.Salu2

    Joaquim/Jsm2 08/04/2008

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