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Benchmark Personal y PGR.

Sin categorizar
Antes de que me abucheéis, os prometo que mi colega gfo publicará la respuesta al acertijo en un par de días. Por cierto, más de treinta comentarios, y todos geniales. Dicho esto, cambiamos de tercio.

Seguramente todos habréis leído el artículo de José Mª Díaz Vallejo en el que nos habla de algo tan desconocido como impopular: Plantearse y determinar el objetivo de rendimiento de nuestras inversiones en los mercados a lo largo de nuestra vida. Lo llama muy acertadamente Benchmark Personal, y lo define como «el objetivo anual de rentabilidad basado en un objetivo de mayor plazo«. Simple pero a la vez vital y nada obvio. Como este tema está relacionado con la evolución del patrimonio de una persona a lo largo de toda su trayectoria vital, forma parte del análisis habitual que realizamos como Multi-Family Office. ¿Me permites, José Mª, que hagamos algunos experimentos con tu concepto? Allá vamos:

Normalmente oímos la palabra benchmark asociada a gestores, índices, gráficos, etc. y lo asimilamos a target u objetivo a alcanzar o superar. Pero JMDV lo aplica sabiamente a su propio perfil inversor:

  • Ganar a la inflación alargo plazo (4%)
  • Construcción de plan de pensiones a 40 años vista
  • Capital inicial
  • Plazo de tiempo por delante (40 años)
  • Dividendos
  • Nuevas aportaciones periódicas

Con estas variables, que sólo puede concretar y afinar él mismo y el paso del tiempo, calcula que va a necesitar un 8-9% de rentabilidad anual a lo largo de 40 años para alcanzar su Benchmark Personal deseado. Consideremos este benchmark como un ejemplo tipo de persona de 25 años, pero que podría extrapolarse, previa adaptación, a cualquiera de nosotros si lo imaginamos con nuestras propias variables.

Vamos ahora con los experimentos y démosle unas cuantas vueltas a este concepto de benchmark personal: En primer lugar vamos a contemplar que las aportaciones periódicas no sólo pueden, sino que deben ir creciendo con aceleración paralelamente a nuestra capacidad profesional y laboral o incluso a nuestra potencial herencia futura, si la hubiera. Además debemos tener en cuenta que nuestra progresión personal, probablemente nos llevará a no poder optimizar nuestras aportaciones. Es decir, a lo largo de los años probablemente compartiremos nuestra vida con parejas, compraremos unos inmuebles, posiblemente mantendremos a algunos hijos… e incluso quizás seamos padres.

Desconocemos qué nos deparará el futuro. Quizás tengamos una progresión profesional fulgurante o mediocre, o nuestra salud sea deficiente. Las circunstancias familiares también afectarán a la progresión de nuestro patrimonio: Por ejemplo, quizás necesitemos asignar fuertes cantidades de dinero a cuidados personales y/o sanitarios para familiares de avanzada edad. O debamos salvar a nuestros sobrinos de la miseria por la mala cabeza del obtuso de nuestro cuñado. Todas estas variables que además lo son en el tiempo, nos obligan a adaptar constantemente nuestro benchmark personal.

Otro factor a tener en cuenta es la Felicidad: Es decir, no sólo nuestra progresión personal nos impedirá optimizar nuestras aportaciones periódicas al crecimiento patrimonial. También debemos encontrar la Felicidad en el camino. Porque de poco nos servirá ser los jubilados más acomodados y a la vez amargados de nuestro entorno, por muy pelotas que sean nuestros descendientes y herederos, hambrientos de inmuebles y efectivo fresco. Nuestra progresión económica y patrimonial a lo largo de nuestras vidas debe permitirnos un equilibrio entre la optimización financiera, felicidad y bienestar, que sólo nosotros somos capaces de intuir y diseñar.

Ahorro/Inversión y Felicidad/Bienestar no siempre son vasos comunicantes, como cabría pensar. Es cierto que la mayoría de los mortales pecamos de excesos en la asignación de recursos en busca de la felicidad y el bienestar. Esos excesos a menudo determinan una mayor mediocridad de nuestra progresión económica en el tiempo. Y a causa de esta mediocridad, con el paso de los años, nos veremos obligados a aumentar temerariamente nuestro benchmark personal. La consecuencia de ello es la asunción de riesgos fatales, que en el mejor de los casos harán que creemos y perdamos riqueza cíclicamente a lo largo de nuestras vidas, convirtiendo así nuestra progresión económica vital en un acordeón patrimonial. Pero en el otro extremo, a veces la concentración de recursos masiva para la reinversión y consecución de nuestro benchmark, nos causa tal malestar e infelicidad que no conseguiremos un entorno personal estable. Esta infelicidad personal, familiar y social repercutirá también negativamente en nuestra capacidad de creación de riqueza handicapando también el benchmark personal diseñado.

El equilibrio ideal es personal e intransferible, y sólo alcanzable por virtuosos de la vida. Además, sólo el resultado nos determina el éxito o el fracaso y no tendremos indicios durante la juventud que nos permitan rectificaciones en función de los resultados parciales. Como reza mi frase preferida en el lateral de nuestro blog: «…we don’t learn to live until life is gone».

Además vamos a introducir otros tipos de activos como son inmuebles y empresas a nuestro experimento con el benchmark personal, bien definido por JMDV. Es evidente que si sólo tenemos en cuenta nuestro dinero en efectivo, el 8-9% determinado como objetivo a largo se alejará mucho, por defecto o por exceso, del benchmark personal real que necesitaremos a lo largo de nuestra vida. Todos nuestros activos, en todas sus formas posibles influirán en la definición y evolución de nuestro benchmark.

Sigamos con el experimento. Vamos a intentar cuadrar este benchmark como si se tratara de un balance contable con su clasica fórmula: Activo = Pasivo + Patrimonio Neto, pero adaptándolo a nuestra vida patrimonial. Con todos nuestros activos (efectivo, empresas, inmuebles, etc.) y todos nuestros pasivos (deudas, hipotecas, etc.). Pero también añadiremos al pasivo nuestro coste vital, es decir la cantidad de dinero que gastamos (patrimonios pequeños) y que desearíamos gastar (patrimonios medios o superiores), incluyendo el coste de la amortización de las hipotecas que deseemos. Lo que nuestro Multi-Family Office bautizó en su día como Balance Vital, que incluya nuestra Lista de Deseos o wish list. Podéis encontrar más detalles en: Su patrimonio de hoy es suficiente para cambiar de vida.

Pero vayamos más allá y démosle otra vuelta al benchmark personal transformado en balance vital. Le vamos ahora a introducir activos y pasivos inmateriales, es decir que no sean fácilmente cuantificables en dinero o valorables como lo es una empresa o una casa. Nos referimos a Valores tanto o más importantes para nuestras vidas, como por ejemplo familia, tiempo, filantropía, puesta en marcha de negocios o actividades anheladas, viajes especiales, etc.

Todo ello ajustado milimétricamente a cada persona o familia, nos permitirá diseñar la reestructuración que precisa nuestro activo para cubrir el pasivo y seguir creciendo y progresando al ritmo deseado. Crecimiento que lógicamente debe sobrepasar una inflación media constante que casualmente también estimamos en el 4%. Pero maticemos que aquí deberemos contemplar 3 tipos de crecimiento: El del efectivo, el corporativo y el inmobiliario en forma de amortización de hipotecas. Para cuadrar el balance, el crecimiento por plusvalía inmobiliaria lo solemos despreciar y eso es algo especialmente recomendable en el actual ciclo.

Como veis el Benchmark Personal definido para nuestro efectivo, forma parte de este Balance Vital, en cierto modo. El conjunto de balances vitales de la familia y su evolución nos dará una idea clara de lo que llamamos PGR: Plan Global de la Riqueza.

Por tanto, José Mª, tu acertadísima reflexión sobre el Benchmark Personal, podríamos incluirlo como uno de los múltiples componentes de un PGR. Y considero tu artículo muy recomendable para todos los inversores, independientemente de su estilo: Fundamental, técnico, value, contrarian, sui generis y sobre todo para el que más abunda, el caótico.

Aunque en nuestra opinión lo mejor para cualquier inversor es confeccionar y ajustar periódicamente y con la ayuda profesional su PGR, me parece tremendamente peligroso que la gran mayoría de inversores no se planteen al menos un benchmark personal. Los que sólo fijen su benchmark en el índice anual de referencia de turno, sólo son pequeñas colchonetas inflables con las que sus marineros de agua dulce chapotean pretendiendo navegar en un inmenso océano. Cando el Mar está en calma, avanzan casi paralelamente a otras embarcaciones creyéndose auténticos lobos de mar. Pero cuando las tempestades y mareas azotan, sólo las embarcaciones fiables, potentes y bien capitaneadas, tienen ciertas posibilidades de sobrevivir hasta que llegue de nuevo la calma. El resto seguirán trabajando duro hasta la jubilación para poder pagar lo que perdieron en alta mar.

Dejad las colchonetas inflables y empezad a pensar en vuestro Benchmark Personal y Plan Global de la Riqueza. Vuestra madurez y vejez lo agradecerá.

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